Amasijo de Arte y Ciencia Pochitoque

Abstract

Cuando cruzó el umbral de la puerta del salón tuvo una sensación de desasosiego, como el primer día en el preescolar, lejos de la seguridad de casa. Le pareció distinto aquel hábitat, no obstante que siempre supo de su amplia tolerancia ecológica; además, era capaz de residir en casi cualquier cuerpo de agua. Pero, entre aquellas cuatro paredes y el techo de lámina, gracias a los recortes financieros gubernamentales, la sensación térmica que percibió sobrepasó los 40 grados. Miró alrededor de él, allí estaban algunos viejos conocidos: “la Zarigüeya”, que se hacía el muerto en cada entrega de trabajo de investigación en biología vegetal; “el Topo”, con sus lentes y cristales semejantes al fondo de un matraz aforado; “el Caballo”, seleccionado local de atletismo y orgullo del equipo de diversidad animal; “la Chinche”, con su metro y medio de estatura des- tacaba en microbiología; y “el Turipache”, delgado, de cabello ensortijado y líder en las excursiones al cerro. Una vez en el interior, buscó la luz del sol a través de las ventanas. Se sentó a contemplar el haz de luz cayendo sobre el rostro de su profesora de biología, “la Garcita”, alta, esbelta, de piernas largas, de voz suave y elegante, era una Ardea alba en todo su esplendor.