Los andenes de la voz
Resumen
La poesía nos vuelve y nos devuelve todas las aristas de los hechos sumos, toda proporción de nuestra geometría del mundo. Es la calza de nuestra medida, fuente vertical u horizontalidad líquida de aquello que llamo, insistentemente, “el profundo humano”. Sea un feligrés de la caverna o un intimista de sí, la poesía –o acaso debo decir, los poetas- se ha propuesto o al menos ha gestado una suerte de lenguaje cuya certidumbre o mentira apela al apartamiento de la estupidez. Su núcleo es la conversación entre el yo y el otro –el otro rebozado del yo y un yo traspasado por el otro. Su vehículo, la balsa infernal o el tropo aéreo. Su camino, intensidad, muerte y resurrección.