dc.description.abstract | La ansiedad es, y ha sido, un tema de gran interés para la psicología debido a su fuerte influencia en el comportamiento humano normal y patológico. La ansiedad, “alude a un estado de agitación e inquietud desagradable caracterizado por la anticipación del peligro, el predominio de síntomas psíquicos y la sensación de catástrofe o de peligro inminente” (Sierra et al, 2003, pág. 17).
Si bien la ansiedad como respuesta normal del comportamiento es una anticipación hacia un peligro, cuando esta se torna patológica se habla de una respuesta que puede causar un sufrimiento constante y desmedido, así como la interferencia en la interacción social y el correcto desempeño mental del quien la padece (Pérez, 2003).
Una característica estudiada respecto a la ansiedad es cómo ésta se relaciona con trastornos afectivos, como lo es la depresión, ultimo que se conceptualiza como “un trastorno mental frecuente caracterizado por la presencia de tristeza, pérdida de interés o placer, sentimientos de culpa o falta de autoestima, trastornos del sueño o del apetito, sensación de cansancio y falta de concentración” (OMS, 2019, s/p), esto mismo se expresa en la con la cual comparte amplia comorbilidad presente entre ambos padecimientos que cumplen cuadros con síntomas similares, siendo uno de los síntomas compartidos como las alteraciones en el proceso y calidad de sueño, que se considera como “el hecho de dormir bien durante la noche y tener un buen funcionamiento durante el día” (Borquez, 2011, pág. 2). Dichas alteraciones son de interés en la presente investigación debido a sus implicaciones del mismo, ya que como se expone en los capítulos siguientes, el sueño cumple como función reparadora, así como necesidad fisiológica (Talero y Pérez, 2013, citado en González, 1993), asimismo forma parte del proceso de aprendizaje y adecuación a nivel neurológico y cognitivo en el individuo (Aguilar et al, 2017). De esta manera, es necesario mencionar que de acuerdo al Instituto Nacional de la Salud los adultos jóvenes, así como los adultos promedio deben cumplir al menos 7 u 8 horas de sueño diarias (NHLBI, 2013), cumplir con más de 9 horas de
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sueño diario, o menos de 6 al día puede ser perjudicial para la salud y afectaría en alto grado la calidad del mismo, obstaculizando así su función reparadora (Miró et al, 2002). | es_MX |