Notas al Programa: El Contrabajo a Través de la Historia

Abstract

El contrabajo, como instrumento consolidado, ha sido parte de la historia musical desde tiempo relativamente corto, a diferencia de otros instrumentos de su familia, como la viola, el violín, y el violonchelo. Cabe decir que, hasta antes del siglo XVI, los instrumentos de cuerda frotada tenían una forma muy primitiva; fue hasta el laudero italiano Gasparo da aló (1542-1609), que la manufactura de los instrumentos de cuerda pasó de un estado burdo a auténticas obras de arte. Si bien la historia de su antepasado, el violone, remonta del siglo XVI, no fue hasta el siglo XVII cuando tomó su forma y características actuales, siendo un híbrido del violín y la viola de gamba: del primero conserva las aberturas en forma de “f”, la inclinación atrás del mástil y la terminación de la voluta del clavijero; mientras que de la viola de gamba conserva los hombros caídos y el adelgazamiento central. Fue en el siglo XVII también cuando se empezó a incorporar a las orquestas con un papel secundario de refuerzo armónico, doblando a la octava la parte del cello: se lee lo mismo, pero lo que suena en el bajo es una octava más grave. En sus primeras etapas, era más común contar con contrabajos de solo tres cuerdas (al igual que otros instrumentos de cuerda frotada), y su afinación cambiaba de país en país; por ejemplo, en Italia e Inglaterra se afinaba por cuartas, siendo A, D, G la afinación de más grave a más aguda, mientras que en Francia se afinaba por quintas, siento G, D, A de más grave a más aguda. Los instrumentos de tres cuerdas contaban con mejor manipulación para ejecución, debido a la pérdida de tensión de otra cuerda, además de contar con un tono más brillante.