Abstract
El 12 de enero de 2010 Haití fue golpeado por un horrible y despiadado terremoto. Una lluvia de tristeza y compasión se dirigió hacia su sacrificada población desde todas partes del mundo. Haití, un país que conoce y usa la música en toda ocasión, se vio atacado y tan abrumado, por algo que, creo, lo dejó mudo, sin habla. De hecho, ésta no era una percepción etnomusicológica, exacta y definida.